“PROYECTO I: LA CONSTRUCCIÓN DE UN LENGUAJE (1973-2024)”, supone la primera muestra de una serie de propuestas expositivas en torno a la dilatada y fructífera trayectoria de RAFAEL CANOGAR (Toledo, 1935), y permite ahora la contemplación de las obras del artista en este simbólico antiguo Tallerón de Victorio Macho, devenido ahora “ESPACIO RAFAEL CANOGAR”. Más de setenta años separan la vista de Toledo, pintada por Canogar en 1953, un territorio a unos metros de este Espacio y la última pintura de quien comenzó pintando, casi infante, deslumbrado en el estudio madrileño de un viejo maestro, Daniel Vázquez Díaz, de quien recibió también el fuego de lo moderno. Luego, el encuentro con las obras de Miró y Klee conduciría su pintura hacia la abstracción, completado con su esencial viaje al agitado Paris de los años cincuenta.
Es sabido a esta hora, fue Canogar, en 1957, uno de los protagonistas capitales del grupo informalista “El Paso”, tan fundamental en nuestra historia, que internacionalizaría en lo artístico aquella España ensimismada y que, gracias a Canogar, se asomaba al mundo moderno. Concibiendo una pintura que se situaba en el lenguaje del expresionismo abstracto, cuadros de extraordinaria complejidad, capaz de encontrar sobriedad tonal con una radiante profusión y zonas de restallante color desplazándose, con inusitada maestría, de la desolación de grises cenicientos (semejare su estirpe mesetaria), a la quemazón violenta de los colores.
Y la tierra de Toledo presente en su obra. Mostró Canogar otra pintura con ese título presidiendo la exposición “New Spanish Painting and Sculpture” (1960) en el MoMA neoyorquino, ahora en la colección del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca y, -tal adivinó Frank O’Hara, el poeta y conservador norteamericano-, Canogar devendría en la década siguiente buscador implacable de nuevas imágenes. Transcurrida una década se preguntaba nuestro artista, circa 1968, sobre el cuerpo y el tiempo, en torno a los seres abandonados a su suerte en el espacio, quietos entre el tejido doloroso del mundo, fue un ciclo que el artista llamó realista. Dolorosa colección de rostros y cuerpos, torsos o fragmentos corpóreos, planos con trasuntos del ser, formas en muchas ocasiones de incinerado aire espectral. Seres caídos, expectantes o en huida entre lo negro, heridos, reunidos, afligidos, agredidos, arracimados y compungidos, marasmo de figuras pareciere atravesando el drama colectivo de la vida y el existir, mas trascendiendo Canogar la épica social para situarse, más bien, en una reflexión sobre la doliente condición humana.
Mediados los setenta llegaba un nuevo tiempo, histórico y artístico, Canogar transformaba entonces sus imágenes en espacios de investigación pictórica que con frecuencia encontraban lo geométrico y lo monocromo, también lo textural, hasta arribar a un portentoso ser de pintor.
Una de sus características seculares ha sido la intensidad de su dedicación a la pintura, un fuego que no cesa ante el abismo que supone el oficio de crear. Ello unido a una posición distinguida frecuentadora de la delicadeza expresiva, elegancia en la acción y elogio de la quietud, una reflexión capaz de encomiar también, sin complejos, el enfrentamiento denodado y diario al acto de pintar.
Pinta, pinta, ha pintado Canogar sin cese, pinta tentando la pintura como una verdadera salvación. Es misteriosa esa pervivencia de la pintura, en tanto percibimos contemplando sus obras recientes, colmados de la presencia de tal verdadero nuevo reino iconográfico, que develan la fortuna de quien ha llegado a poseer la dicha del verdadero conocimiento.
ALFONSO DE LA TORRE
COMISARIO DEL “ESPACIO RAFAEL CANOGAR”
© Fotos de Javier Longobardo
Comisario
Alfonso de la Torre
Proyecto
José Ramón de la Cal
Josefa Blanco Paz
Acondicionamiento, iluminación, gráfica expositiva,producción, transporte y montaje:
EULEN Art
Diseño gráfico e imagen
Butragueño&Bottländer
Seguros
Hiscox