Cuando el escultor Victorio Macho muere en Toledo el 13 de julio de 1966, en su testamento, fechado un mes antes, expresa de forma muy clara su deseo de que sus obras sigan vinculadas a la ciudad, y en concreto, al lugar que con tanta ilusión creó, Roca Tarpeya, donde pudieran contemplarse en un Museo creado a tal efecto. Su obra la legó al pueblo español, y su gestión a una Fundación, la Fundación Victorio Macho, con un patronato de una sola persona, su mujer Zoila, a la que debía asesorar un consejo consultivo integrado por un representante de la Academia de San Fernando, un representante del Ayuntamiento y cinco de sus mejores amigos.
Pese a que las mandas testamentarias fueron redactadas por el escultor en los términos que, a su juicio, protegían sus obras y su disfrute, lo cierto es que costó años lograr que administraciones asumieran responsabilidades y así, el Museo, abierto el 13 de mayo de 1967, fue languideciendo hasta que los problemas de mantenimiento acumulados obligaron a su cierre en 1984. De nada sirvieron las constantes quejas y demandas de Zoila ante las distintas administraciones, ni tampoco la aceptación en 1973 por parte del Ministerio de Educación y Cultura del legado del escultor. Roca Tarpeya, “proa florida” y “nido de águilas” se vio sumida en el más lamentable de los abandonos.
Después de que distintas instancias intentaran resolver la difícil situación sin resultado alguno, la Real Fundación de Toledo asumió el compromiso de encontrar una vía de solución definitiva para recuperar el patrimonio de Victorio Macho y obtener el rendimiento cultural que éste soñó en su legado testamentario, rescatando el importante conjunto de bienes cuyo conocimiento y disfrute estaba vetado desde hacía tanto tiempo y cuya integridad física corría verdadero peligro.
Así, en 1998 la Real Fundación de Toledo pasó a ser la titular del legado del escultor tras la fusión de ambas Fundaciones, incorporando a sus fines la conservación y difusión de la figura de Victorio Macho y su obra.
Una vez asumido el legado se realizó un inventario de la obra y se intervino en la colección que, después de años de abandono, estaba en un estado deplorable, exigiendo tratamientos de conservación y restauración con carácter de urgencia. También se acometió el proyecto de restauración de todo el conjunto, realizado por el arquitecto Manuel de las Casas que supo devolver la vida a Roca Tarpeya, aunando el total respeto a la obra de Zuazo y al espíritu y ambiente del conjunto, con las adaptaciones necesarias a los nuevos usos y la creación de nuevos espacios que ampliaron sensiblemente la oferta cultural. El taller del escultor, El Tallerón, pasó a ser en su planta baja la recepción del museo, y su planta alta una magnífica sala de exposiciones. Se creó un salón de actos, excavado bajo el jardín de la entrada; la casa se adaptó para albergar las oficinas de la Fundación en la planta baja y sala de juntas, biblioteca y sala auxiliar, en la planta superior. La colección del artista, restaurada, se instaló en el jardín y en las dos dependencias dedicadas a Museo, siguiendo un discurso expositivo del que antes carecía. En el jardín se conservaron los árboles que disfrutó Victorio Macho, la parra, la higuera y el granado, entre otros, y se recuperó un espacio amplio que además de facilitar la circulación de los visitantes, permite disfrutar de un entorno excepcional.
Podemos decir que el proyecto recuperó un patrimonio artístico, la obra y la memoria de un artista, un patrimonio arquitectónico, dos edificios de Secundino Zuazo y uno de Rodolfo García de Pablos, y un patrimonio natural y paisajístico totalmente infrautilizado.
La tercera tarea fue la redacción de un proyecto museístico nuevo, alejado del exceso de teatralidad otorgado por el escultor a sus dos obras principales, La Madre y Mi hermano Marcelo, la primera por adueñarse de todo el espacio desde su posición central, la segunda por acentuar el tono lúgubre de la cripta. El nuevo discurso, sin romper el carácter mítico de ambas esculturas, consigue, creemos, dar una visión completa de la rica y variada trayectoria artística del escultor.
El 2 de julio de 1999 Roca Tarpeya renació y volvió a abrir sus puertas a un público en principio toledano que estaba deseoso de reencontrarse con la casa y obra de Victorio Macho. El broche lo pusieron los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía que el 26 de octubre inauguraron oficialmente el nuevo espacio cultural, con la primera exposición Obras Maestras del Museo de Santa Cruz.